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18 Mar 2015
Sobreestimulación - Google Images

¿Vivimos ‘sobreestimulados’?

La semana pasada hablábamos sobre la economía de la atención en el sentido de cómo el recientemente aparecido concepto de la ‘multitarea’ provocaba que disminuyéramos nuestro nivel de concentración sobre las tareas, perdiendo eficacia en la realización de las mismas.

La pregunta que se quedó, probablemente, en el aire es… ¿vivimos ‘sobreestimulados’?

Podríamos decir que vivimos MUY sobreestimulados…

Después del programa del otro día, leí un artículo en un blog titulado ’Niños y adolescentes en Internet’ que me hizo reflexionar mucho.

Sobreestimulación - Google Images

El artículo contaba la historia acerca de una niña de cinco años de edad que había sorprendido a su madre mientras la llevaba, en coche, al cumpleaños de una amiguita. La niña, desde su sillita en el asiento de atrás, se mostraba agobiada y desconcertada mientras le decía a su madre: ‘Mamá, no puedo parar los pensamientos que llegan a mi cabeza’. Estoy convencida de que más de una madre, un padre han oído comentar algo parecido a sus hijos. Y lo más curioso es que la niña indicaba que los pensamientos le llegaban desde el exterior.

Este es un claro ejemplo de sobreestimulación.

¿En qué medida es positiva una elevada estimulación?

Es una realidad que estimular los cerebros infantiles es algo positivo por la capacidad de aprendizaje que pueden absorber. Lo que también es cierto es que debemos aprender (y aquí incluyo a niños, adolescentes y adultos) a equilibrar los estímulos que recibimos o que permitimos que reciban los más pequeños.

Según las opiniones de un grupo de investigación del departamento de Neuroplasticidad y Aprendizaje que también mencionaba este artículo, ‘el entrenamiento en tareas demasiado complejas, antes de que nuestro sistema esté preparado para llevarlas a cabo, puede producir deficiencias permanentes en la capacidad de aprendizaje a lo largo de la vida’.

Esto quiere decir que si sometemos al cerebro a una estimulación muy elevada, sobre todo en edades tempranas, nuestro cerebro va a reaccionar generando ‘tolerancias’. Y al generar la tolerancia, el cerebro se hace menos sensible a los estímulos del entorno y busca dosis mayores de estimulación. Un proceso parecido al de una adicción.

¿Os imagináis la cantidad de estímulos que recibe hoy un niño de diez años?

Puede ver dibujos animados que, en ocasiones, resultan estresantes al finalizar un capítulo. Puede ver todo tipo de documentales de cualquier temática en YouTube. Hace multitud de actividades extraescolares para ocupar, sobre todo en las ciudades, una gran parte del tiempo después de terminar el colegio. Llega a casa y tiene que estudiar y/o hacer los deberes. Puede escuchar todo tipo de música a través de plataformas como Spotify. Puede jugar con videojuegos o a la wii.

Se trata de estímulos dirigidos a todos sus canales sensoriales: la vista, el oído, el tacto… que, irremediablemente, llenan su cabeza.

¿Qué es lo que más limita una sobreestimulación?

Sobre todo, limita la creatividad. Y esto puede afectar a la motivación.

¿Cuántas veces oímos a padres y profesores que sienten que los pequeños están desmotivados, apáticos? ¿Qué pasaría si a un niño de diez años le dejáramos a solas con unas cuantas hojas de papel y rotuladores para pintar? ¿Y si les diéramos unos cuantos palitos y unas piedras? ¿O una caja de Lego?

Con tiempo, acabarían utilizando su imaginación y realizando unos trabajos creativos maravillosos…

Sin embargo, en muchas ocasiones los más pequeños tienen tantas cosas que hacer, tantas actividades pre-programadas que no disponen de tiempo libre, aunque suene curioso.

¿Y cuál sería la propuesta para equilibrar la estimulación?

Estaría bien que dispusieran de algún tiempo para ‘aburrirse’. Que tuvieran una serie de horas de tiempo no estructurado en el que poder realizar tareas que no les aportaran tantos estímulos.

Otra actividad interesante es el contacto con la naturaleza. Ir al campo y dedicar tiempo a, simplemente, jugar u observar el paisaje.

Disponer, en definitiva, de tiempo en el que pare la recepción de estímulos de todo tipo y de paso a la creatividad para estimular la parte derecha de nuestro cerebro.

Es curioso que los cerebros más prodigiosos de Sillicon Valley envían a sus hijos a un colegio sin internet, ni dispositivos móviles y de la pedagogía Waldorf construido específicamente para los hijos de los trabajadores del valle. Un colegio en el que se trabaja con hojas y papel, con palos para construir instrumentos musicales o con murales en las paredes para trabajar con pinturas de manos.

Los propios padres comentan que hay horas en el día en que no usan Internet.

Y esto no quiere decir que eliminemos este tipo de estímulos… Lo que quiere decir es que equilibremos las cosas para desarrollar el máximo potencial de los más pequeños.

El equilibrio de las cosas está en el camino del justo medio…

admin

Mis valores son la flexibilidad, el respeto y la comunicación. Consultora, Formadora y Coach en coaching organizacional, desarrollo de habilidades de dirección y comunicación interpersonal y organizacional. Me entusiasma acompañar en las transformaciones de las personas y las organizaciones a través de la consultoría y la formación.

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