El poder de las palabras
Estamos inmersos en Navidad, una época para relacionarse más y para comunicarnos más con los demás.
Una época en la que solemos escoger palabras amables, palabras repletas de buenos deseos para los demás. Y a aunque a algunos les pueda parecer hipocresía, la realidad es que las palabras son acompañadas de buenos sentimientos y lo que nos devuelven los demás suelen ser buenos deseos también.
Pensando en cómo se comunican las personas en esta época, me puse a reflexionar sobre el poder de las palabras en nuestra vida.
Muchas palabras dejan huellas en nuestra vida y nos influyen positiva o negativamente.
Puede sonar exagerado, pero si lo pensamos bien, de las palabras depende muchas veces la felicidad o la desgracia, la paz o la guerra…
En mi trabajo diario observo mucho a las personas comunicarse y me doy cuenta de la gran cantidad de ocasiones en que la persona no quiere decir exactamente lo que está diciendo. Y puedo observar también cómo las personas interpretan las palabras de los demás. El conflicto surge con mucha facilidad en este juego de expresiones inadecuadas – interpretaciones erróneas.
En muchas ocasiones, es mejor parase y pensar lo que se va a decir, puesto que es diferente hablar cuando uno está resentido que cuando uno está en paz. Porque una vez que las palabras han salido de nuestra boca, ya no podremos recogerlas… podremos disculparnos por lo que hemos dicho, pero no podremos no haberlo dicho.
Una palabra expresada en el momento equivocado puede destruir lo que se ha tardado mucho tiempo en construir. Seguro que todos lo hemos experimentado alguna vez… una relación de amistad que se destruye por una mala expresión en un momento inadecuado, una pareja que se rompe por lo que se dijo desde la ira… Las palabras curan o destruyen. No debemos olvidarlo.
Y debemos ser conscientes también de que las palabras son una manifestación de nuestro mundo interior. Sobre las palabras asentamos nuestras ideas y con las palabras las expresamos.
¿Podemos reeducar nuestra forma de hablar?
Sería lo ideal… reeducar, alimentar y restaurar nuestro vocabulario…
Henry Ford ya manifestaba que ‘tanto si crees que puedes como si crees que no puedes, estás en lo cierto’. En este caso… ¿cuál es la mejor opción?
Nos empeñamos en hablar y hablarnos con términos muy negativos como ‘no puedo’, ‘no tengo tiempo’, ‘no me gusta’.
Si persistimos en cambiar esas negaciones por expresiones como: ‘por favor’, ‘gracias’, ‘¿en qué te puedo ayudar?’, ‘¿puedes ayudarme?’o ‘lo siento’, observaremos cómo nuestro entorno cambiará con nuestro cambio de vocabulario.
Mark Waldman y Andrew Neuberg pisquiatras y profesores de universidades americanas, contaban en su libro ‘Las palabras pueden cambiar tu cerebro’ cómo cuando se incluye la palabra ‘no’ al inicio de un diálogo, el cerebro comienza a liberar cortisol, la hormona del estrés y que nos pone en alerta. Y cuando se escucha un ‘sí’, se activa una liberación de dopamina, la hormona de la recompensa y el bienestar.
Todas las palabras producen una descarga emocional en el cerebro. Una palabra negativa o insultante activa la amígdala, estructurando el cerebro hacia la alerta y generando una sensación de malestar, ansiedad o ira. El que recibe esa palabra puede reaccionar respondiendo de manera similar (y el conflicto está servido) o actuar con indiferencia y acudiendo a la razón, lo que ocurre en menos ocasiones de las deseadas.
Las palabras positivas o estimulantes son asimiladas por el hemisferio derecho del cerebro, que gestiona mejor las emociones.
Y van a generar placer, sorpresa y alegría.
Estos datos son especialmente importantes cuando deseamos tener relaciones más sanas con los demás, ya que la vía de establecer esas relaciones es la comunicación y esta se realiza a través de la palabra.
Para comunicarse mejor con los demás, es interesante analizar nuestros procesos mentales y emocionales, que son inconscientes, para descubrir cómo producimos las palabras que decimos.
Tenemos una época por delante muy proclive a mejorar la forma en la que nos comunicamos con los demás… y podemos fijarnos el objetivo de mantener estas formas a lo largo del tiempo… los resultados nos sorprenderán.