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05 Nov 2014
Los padres no necesitan ser perfectos - Google Images

Ser padres entre ‘8 y 10’…

Un padre, una madre, nunca dispone de un manual con el que educar a sus hijos… Nos gustaría hablar hoy acerca de la educación y aportar un poco de luz a la tarea de ser padres… una tarea preciosa y nada fácil…

¿Qué es lo más complejo en la educación?

Personalmente considero que la tarea de ser padres es la tarea más difícil encomendada a una persona. Es una tarea que requiere del máximo de vocación y, además, en los momentos actuales, es una tarea que requiere de un aprendizaje continuo para poder entender y comunicarse con unos hijos que, en muchas áreas tienen más conocimiento que sus propios padres.

Los padres no necesitan ser perfectos - Google Images

Este hecho viene provocado, en gran medida, por el avance imparable de la tecnología, un medio con el que los niños actuales conviven desde que nacen y un medio al que los adultos hemos tenido que adaptarnos con mayor o menor facilidad. Como padres se ha de ser muy humilde para aceptar que sus propios hijos saben más que ellos en estas lindes.

Y esto entra en conflicto con la idea que de pequeños se tiene de los padres: aquellas personas que son todopoderosas y todo lo saben… La sociedad en la que vivimos ha desmitificado este hecho y provoca cambios importantes en los estilos de relación.

Seguro que hay una parte positiva de todo esto, ¿verdad?

Por supuesto… La parte positiva es que los padres no necesitan ser perfectos… No necesitan llevar sobre sus espaldas el lastre que provoca el sentimiento de no poderse equivocar, de ser ‘todopoderosos’… No es necesario ser padres ’10’… Los niños valoran más a padres de ‘8’.

Los niños de hoy en día necesitan padres y madres que se equivoquen o lloren… Y que esto provoque que juntos superen obstáculos comunes, aprendiendo que la frustración es parte de la vida y que podemos sentirnos felices y exitosos porque también hemos probado las sensaciones que provoca la decepción o la frustración. Y si esto se comparte entre padres e hijos, la relación entre ambos se torna más natural y sincera.

¿Qué errores cometen los padres, comúnmente, en la educación de sus hijos?

En muchas ocasiones anteponen las necesidades de sus hijos por encima de las suyas propias.

Está claro que a un bebé hay que protegerlo y existe una etapa en que sus necesidades son las más importantes porque se trata de una cuestión de supervivencia. Los padres tienen que interpretar lo que le ocurre al bebé en cada momento porque este no tiene la capacidad de comunicar sus necesidades.

Desde este prisma, se crea un modelo de relación que luego cuesta modificar.

Además, se une el hecho de que un padre siempre quiere que su hijo tenga una vida mejor que la de él y le consiente cosas que, probablemente, a ellos no les consintieron en su infancia.

Además, el niño mide hasta dónde puede llegar con sus padres, los calibra… Y si no se ponen límites, ocurren, a la larga, cosas que no deseamos.

Esto puede provocar que, en ocasiones, se abuse de los ‘atajos’… Esto quiere decir que cuando no podemos controlar una situación en público, cedemos ante dejarles nuestro móvil para que jueguen y no monten un escándalo en público o que cojan todos los pasteles que desean en el supermercado por las mismas razones…

Lo ideal en este caso es que cuando el niño comienza a comunicarse se tiene que producir un proceso de adaptación costoso en el que se consiga un equilibrio entre las necesidades de todos los miembros de la familia. De esta manera, el niño aprenderá de manera natural y sencilla a respetar a los demás y a gestionar sus propias necesidades desde edades muy tempranas, lo que contribuirá a un correcto desarrollo posterior del individuo.

¿Ocurre en ocasiones que a los padres les molesta que otras personas llamen la atención a sus hijos?

Este, desde mi punto de vista, es otro de los error de los padres. Y lo considero un error porque, como siempre digo, las cosas siempre tienen diferentes perspectivas.

Cuando yo era pequeña y una persona con mayor autoridad (un profesor, un conductor de autobús, la madre de una amiga o una tía) me regañaban, mis padres, si era por una causa real, acompañaban esa llamada de atención y, además, me amonestaban también en casa y en privado.

La llamada de atención por parte de otra persona puede ser tomada por el lado negativo (se está metiendo donde no le llaman) o como algo positivo (mi hijo está recibiendo referencias diferentes a las mías en pro de su educación).

Tomarse el lado positivo de estas llamadas de atención aumenta el respeto en los niños, mejora sus percepciones y calibraciones sobre la realidad. Y nos aleja de la justificación más manida que escucho en muchas ocasiones de ‘así son los niños’….

Si tuviéramos la consciencia de que la educación es cosa de todos (así era en la antigüedad) y no nos molestara el hecho de que nuestros hijos no tengan que ser perfectos ante el resto de la sociedad, los aprendizajes en los más pequeños serían más profundos, además de ser más compartidos. Todo esto, por supuesto, dentro de los límites del respeto y de la libertad de todos los individuos. Insultos o malas formas por parte de otros hacia nuestros hijos deben ser cortadas de manera radical para que no afecte al sentimiento de protección del niño.

Por tanto, la humildad a la hora de recibir las llamadas de atención de los demás, puede ser algo que nos favorezca en la educación de nuestros hijos.

Hay algunos padres que les tienen miedo a sus hijos… ¿esto cómo se podría solucionar?

Este es un hecho muy desgraciado que ocurre, demasiado, en nuestra sociedad.

Está provocado, fundamentalmente, por dos cuestiones: la desestructuración familiar o la pena ante el llanto del niño.

La desestructuración familiar es un tema muy complejo, puesto que los niños modelan a sus padres en las primeras etapas de su desarrollo. Y si los modelos que tienen delante están desestructurados, el niño aprenderá a desarrollarse en ambientes desestructurados y los verá como normales. La mayoría de estos casos requieren, en adolescencia y edades más elevadas, de ayuda especializada para corregir estos desequilibrios.

Cuando la causa es no escuchar llorar al niño ante una demanda suya, bien por pena, bien por no saber cómo actuar, se genera un modelo de relación donde la ira del más pequeño consigue siempre salirse con la suya. Y esta actitud airada, la utilizará el niño o el adolescente cuando quiere conseguir algo, para salirse con la suya… Será un patrón que, cuando el niño se convierte en adolescente puede generar situaciones delicadas dentro de las familias.

La solución a este tema parte desde la infancia, entendiendo que no pasa nada porque el niño llore un rato porque no puede conseguir algo que quiere. En la vida, a veces conseguimos lo que queremos y a veces no… Por tanto, cuanto antes aprendamos a gestionar la frustración desde las pequeñas cosas de la infancia, mejor estaremos preparados ante las vicisitudes constantes de la vida…

Como conclusión…

Los niños modelan a los padres que son sus primeros referentes. Por tanto cuanto más objetivos, coherentes, sinceros y humanos nos vean los más pequeños, mejor aprenderán a vivir en el juego de la vida.

admin

Mis valores son la flexibilidad, el respeto y la comunicación. Consultora, Formadora y Coach en coaching organizacional, desarrollo de habilidades de dirección y comunicación interpersonal y organizacional. Me entusiasma acompañar en las transformaciones de las personas y las organizaciones a través de la consultoría y la formación.

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