La esclavitud de que los demás reconozcan lo que haces
Cada día me encuentro con personas que ansían el reconocimiento de los demás para ser felices. En los trabajos, la gente se desmotiva con frecuencia porque su responsable sólo le corrige los errores y nunca le reconoce las cosas que hace bien.
Es cierto que cuando somos niños necesitamos el reconocimiento de nuestros progenitores. Es una cuestión de aprender a hacer las cosas bien y como no tenemos un criterio aún conformado, buscamos el reconocimiento de los mayores que tenemos a nuestro alrededor.
En la adolescencia también necesitamos, según las teorías de Maslow, encontrar el reconocimiento del grupo y sentirnos parte de él para satisfacer nuestras necesidades de pertenencia y de reconocimiento social.
Ahora bien… Si esto no lo vamos corrigiendo cuando nos convertimos en adultos, puede generarnos bastantes problemas en nuestro día a día y en nuestro desarrollo como personas y como profesionales.
Autoestima y reconocimiento… ¿Cómo afecta la falta de reconocimiento a tu autoestima?
La búsqueda incesante del reconocimiento externo puede afectar muy negativamente al equilibrio de nuestra autoestima.
Si siempre buscamos el reconocimiento de los demás, esa búsqueda incesante nos provocará falta de seguridad y falta de confianza en nosotros mismos. Con lo cual, nuestra iniciativa también se verá afectada porque tendremos miedo de equivocarnos y buscaremos la aprobación permanente de nuestros jefes, nuestros padres, nuestra pareja o nuestros hijos.
Además, esa búsqueda de reconocimiento permanente, también nos puede convertir en personas susceptibles, puesto que podríamos interpretar la falta de reconocimiento como una crítica.
El mando a distancia de tu felicidad… ¿A quién le das el mando a distancia de tu felicidad?
Cuando buscas el reconocimiento permanente le estás entregando a los demás un mando a distancia para que actúen sobre tu felicidad. Vivir a expensas de los comentarios positivos de los demás nos puede frustrar en muchas ocasiones.
Estar siempre pendiente de los comentarios externos es agotador, energéticamente agotador.
Y estoy convencida de que a ninguno de nosotros nos gusta que sean los demás quienes controlen nuestros estados de felicidad.
Pero no nos damos cuenta, de que cuando buscamos ese reconocimiento de manera constante les otorgamos a los demás el poder sobre nuestro estado de ánimo y sobre nuestra felicidad.
¿Cómo solucionarlo?
Por un lado, es interesante reflexionar acerca de aquellas cosas en las que somos realmente buenos. Y si no las identificamos, podemos preguntar a nuestro entorno.
Conocer la opinión de los demás sobre nuestras fortalezas nos dará argumentos para defender nuestras posiciones ante críticas inadecuadas.
Si somos francos con nosotros mismos, en muchas ocasiones, las opiniones de los demás y las nuestras van a coincidir. Aunque también nos vamos a encontrar con opiniones y matices que nos van a sorprender para bien y para analizar y mejorar.
En segundo lugar, si conocemos nuestras fortalezas sabremos a qué críticas no prestar atención, ni dar importancia. Hay que aceptar la visión de los demás, incluso aunque no coincida con la nuestra. Es respetable, pero no siempre tengo que estar de acuerdo con todo lo que digan acerca de mi. De hecho, hay personas que actúan con los demás movidas por la envidia o por la ira. En estos casos, sus juicios y valoraciones no van a tener mucho rigor, por lo que es mejor dejarlos pasar y no prestarles atención.
Y, finalmente, podemos tomarnos las críticas como un aspecto en el que poder mejorar.
Cuando interpretamos lo que no les parece bien a los demás como una oportunidad de mejora, el enfoque cambia de la susceptibilidad al reto.
Es difícil aceptar una crítica como un regalo, pero al cambiar el foco, nuestra atención se modifica hacia trabajar en una posible área de mejora que en dejarnos llevar por el victimismo de la propia crítica.
La conclusión final de este asunto es que cuando dejamos de buscar el reconocimiento ajeno y nos centramos en aprender y mejorar, normalmente, los reconocimientos llegan sin buscarlos. Porque ‘cuando un ojo está fijo en la meta, sólo queda el otro para ver el camino’. Ocúpate de aprender, de mejorar y de vivir y los reconocimientos vendrán por sí solos.