¿Es necesaria la felicidad para nuestro cerebro?
Los grandes avances que la neurociencia está experimentando nos permiten conocer cada vez más el funcionamiento de nuestro cerebro.
Y es cierto que existe una corriente actual que aboga por la felicidad… la felicidad laboral, la felicidad personal, la felicidad en la pareja, la felicidad en el deporte… dando la impresión de que si no eres feliz, eres medio tonto.
Analizando la situación desde un punto de vista bioquímico y fisiológico, vamos a ver qué es lo que necesita nuestro centro de operaciones (nuestro cerebro) para sentirse mejor y para desarrollarse mejor.
Partimos de la base de que la felicidad se encuentra en el cerebro, puesto que se trata de un flujo de reacciones bioquímicas a las circunstancias que experimentamos en el día a día y que nos provocan bienestar, por lo que segregamos sustancias como la dopamina o las endorfinas que son las que se mueven por los centros de placer, motivación y recompensa de nuestro cerebro.
Existe, además, un debate en la actualidad de si es necesario el sufrimiento para poder ser más felices. La realidad es que el sufrimiento existe per se… las emociones asociadas a estados negativos están ahí, forman parte del ser humano y no van a desaparecer. Es cierto que cumplieron en su momento una función adaptativa crucial… o huyes o luchas… que en este momento no es tan necesaria, pero que va a seguir estando ahí si necesitamos hacer uso de ella. O la tristeza, una emoción absolutamente necesaria para traspasar nuestros momentos de duelo ante situaciones adversas que nos plantea la vida.
Cuando salimos de nuestra zona de confort, por ejemplo, nuestro cerebro explorador inicia una serie de mecanismos que son necesarios para afrontar el cambio.
Y, a través de estos mecanismos, el cerebro puede enfrentarse al miedo o a la alerta, tratándose de emociones que garantizan la propia integridad de la persona.
Por tanto, esas emociones que nos ayudan a mantener el equilibrio están ahí y forman parte de nuestro sistema biológico.
Ahora bien… es bastante popular a día de hoy, que el estrés segrega cortisol y que esa sustancia en gran medida dentro de nuestro organismo, puede producir desequilibrios fisiológicos e, incluso enfermedad.
Y quizá aquí es donde se encuentra el quiz de la cuestión… no es que nuestro cerebro necesite sólo endorfinas y dopamina, sino que lo que no necesita es excesivo cortisol.
Hay que tener en cuenta que la negatividad en el ser humano es un lastre evolutivo.
El doctor Rick Hanson explica que ‘para ayudar a nuestros ancestros a sobrevivir, el cerebro desarrolló un sesgo negativo que hace que esté menos inclinado a aprender de las experiencias positivas, pero que se más eficiente a la hora de aprender las negativas’. De hecho, nos han educado siempre para tener cuidado con esto y con lo otro y eso ha provocado una sensación de preocupación continua interna que tira más de nosotros hacia el lado negativo de las cosas.
Sin embargo lo que la psicología positiva sostiene es que podemos adaptar a nuestro cerebro (a través de la neuroplasticidad) a poner más el foco en los acontecimientos positivos, a cambiar los pensamientos a pensamientos más optimistas, a centrarnos en las cosas buenas de nuestra vida.
La psicología positiva no dice que erradiquemos los sentimientos negativos, sino que no les prestemos tanta atención.
De hecho, Hanson, habla más de ‘pensamiento claro’ que de ‘pensamiento positivo’ puesto que ha observado en muchas ocasiones que ese aparente estado de optimismo de algunas personas, lo que esconde realmente es miedo, furia, decepción o tristeza.
Según señala un estudio realizado por la Universidad de Edimburgo y la Universidad de Arizona, la felicidad puede ser fruto de la adaptación evolutiva, ya que se comprobó cómo los orangutanes más felices eran los que vivían más tiempo.
Por último, el investigador Frederick Travis nos explica cómo la felicidad está ligada a la capacidad cerebral. Para ello, lleva 40 años investigando el rendimiento de los números unos en tres campos: ejecutivos de alto nivel, deportistas y músicos.
El motivo por el que son más felices es porque la motivación con la que viven es intrínseca, la de superarse a sí mismos y desempeñar cada vez mejor su actividad.
Las motivaciones externas (dinero, poder o fama) son secundarias.
Ante determinado tipo de tests de reacción propuestos a los participantes en el estudio, las personas de alto rendimiento esperaban a responder en el último instante, por lo que movilizaban sus neuronas sólo hasta un punto necesario, sin desperdiciar mucha energía mental. Y se descubrió que las personas que presentan un alto rendimiento tienen el doble de coherencia que el grupo de control.
Travis opina que hay un talento que tiene todo el mundo: la capacidad de desarrollar la mente – cerebro. Un desarrollo que se produce durmiendo lo suficiente, practicando ejercicio físico moderado y meditando un poquito cada día.
En conclusión, podríamos decir que las emociones positivas son las que garantizan el bienestar y no la ausencia de acontecimientos negativos en nuestra vida.
Y también que nuestro cerebro tiene un potencial enorme para ser feliz.